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viernes, 3 de mayo de 2013

Amar después de la muerte: exclamaciones e interrogaciones que todavía resuenan


Los signos de puntuación son el subtexto o la partitura de la entonación en la escritura.
Podemos compararlos con los signos convencionales que representan el verso o el texto dramático.
Por eso he elegido un fragmento de una obra de Calderón, en memoria de los moriscos expulsados de Expaña, para que practiquemos esa entonación silenciosa, interior, que acompaña a la lectura de cualquier texto (si está bien puntuado).
Puede parecer un poco histriónico porque es el clímax de la tragedia. Pero las exclamaciones y las interrogaciones nos siguen conmoviendo, si nos ponemos en la piel de los personajes: el esposo que se arriesga por rescatar a la amada y la encuentra agonizando, después de que un soldado la hiriera arbitrariamente.

DON ÁLVARO TUZANÍ (esposo); después, DOÑA CLARA, hija de MALEC (esposa).

DON ÁLVARO 
Por entre montes de llamas,    
entre piélagos de sangre,          
tropezando en cuerpos muertos,           180
quiso mi amor que llegase         
a la casa de Maleca,      
estrago ya miserable,   
pues del acero y del fuego        
pavesa dos veces yace.                       185
¡Ay esposa!, presto yo
moriré, si llego tarde.   
¿Dónde Maleca estará?              
Que ya no se mira a nadie.        

DOÑA CLARA    (Dentro.)
¡Ay de mí!

DON ÁLVARO 
Esta voz que el viento   190
lastimosamente esparce            
de mal pronunciadas quejas,    
de bien repetidos ayes,              
es rayo que me penetra.            
¿Quién vio desdicha más grande?           195
A las luces que confusas             
ya cebado el fuego hace,           
miro una mujer que está            
apagándolas con sangre...         
¡Y es Maleca! ¡Oh santos cielos!           200
O dadla vida o matadme.           
(Entra, y saca a DOÑA CLARA, suelto el cabello, sangriento el rostro, y medio vestida.)              

DOÑA CLARA 
Soldado español, en quien        
ni piedad ni rigor cabe:
piedad, pues, que ya me heriste,           
rigor, pues, no me acabaste,                 205
vuelve a mi pecho el acero:       
mira que es rigor notable           
que tus acciones no sean           
ni rigores ni piedades.  

[Finalmente, Doña Clara Maleca reconoce a su esposo y muere en sus brazos…]

DON ÁLVARO […]
¡Oh montaña inexpugnable                     285
de la Alpujarra, oh teatro              
de la hazaña más cobarde,        
de la victoria más torpe,             
de la gloria más infame.              
¡Oh nunca, oh nunca tus montes,           290
oh nunca, oh nunca tus valles  
hubieran visto en su cumbre,   
hubieran visto en su margen    
la más infeliz belleza!   
Mas ¿de qué sirve quejarme,                 295

si las quejas, con ser quejas,     
aún no son prendas del aire?    

Calderón de la Barca, Amar después de la muerte, o el Tuzaní de la Alpujarra (1633).

"Ya hecha famosa en la segunda parte de las Guerras civiles de Granada (1619), el amor entre los moriscos granadinos doña Clara Malee y don Alvaro Tuzaní es ampliado por Calderón para ocupar el espacio principal de su obra. Calderón retoma este cuento, y enfatiza la topografía de la guerra y reformula el argumento a base de la mitología clásica. Como resultado, su obra termina interrogando el sistema de identificación racial y cultural que había provocado la rebelión alpujarreña".





El drama de la mili, bien puntuado



Asoman los codos por los desgarrones, se alinean los piojos en las costuras; barbas de agonizante bajo los sombreros pringosos. Abruma la suciedad. Yo me lavo por las mañanas con el café del desayuno. Los jefes nos dicen que todo esto no tiene importancia. Sobrellevarlo alegremente es demostrar espíritu militar; tener el terreno que ocupa el batallón más limpio que el de la batería de al lado, demuestra espíritu de cuerpo. El veterano refunfuña entre los sacos terreros. Hace tiempo que renunció a explicarse las cosas de la «mili». «Lo mejor es hacerse el loco.» Después se queda mirando la larga sombra de las estacas de la alambrada.
[…]
-¡De frente, en columna de viaje!...
Hacia la izquierda, el cielo tiene unas estrías horizontales color de rosa. Va a amanecer. Se han establecido los servicios de protección: vanguardia, flancos. La retaguardia se formará cuando acabemos de salir. Circula una orden: «Cuidado con los incendios». Pero es inútil. Acaba de amanecer, los soldados fuman y algunos tiran cerillas encendidas a los lados del camino. Casi todas se apagan antes de llegar al suelo; pero basta que quede una sola ardiendo para que se incendie toda la mata baja en un sector de muchos kilómetros.

Ramón J. Sénder, Imán (1930).

“Al cumplir los 21 años (1922) [Sénder] tuvo que ingresar en el ejército, donde pasó de soldado a cabo, de cabo a sargento, de sargento a suboficial y de suboficial a alférez de complemento en la Guerra de Marruecos entre 1922 y 1924. Al regresar de Marruecos libre ya del servicio militar, ingresó en la redacción del prestigioso diario El Sol como redactor y corrector desde 1924 a 1930. En estas fechas era ya un periodista muy cotizado y de sus novelas, especialmente Imán, basada en la guerra de Marruecos, y traducida a varias lenguas, se hacían grandes tiradas. Colaboró además en los periódicos libertarios Solidaridad Obrera (de la Confederación Nacional del Trabajo) y La Libertad y seguía militando en el anarquismo, de forma que fue a parar a la Cárcel Modelo de Madrid en 1927 a los 26 años por sus actividades contra el general Primo de Rivera”.






El oficio del lenguaje en el periodismo: puntuación y entonación


El uso de los signos de puntuación por los mejores periodistas, de Gabriel García Márquez a Rosa Montero, es magistral. Son maestros/as en la organización del texto con un subtexto dramático: la entonación. Se hace muy patente por el modo en que diseñan las citas de las voces ajenas y los matices del narrador acerca de lo citado.
Por eso he elegido este texto como ejemplo para comprender la función de los dos puntos, el punto y coma, las comillas, el guion de cita.

La mili en una guerra


Pero también porque nos devuelve la memoria de una guerra padecida como recluta en plena juventud, mucho antes que estallara la Guerra Civil. La última empresa colonial de España fue un rotundo fracaso y puso las bases de la contienda civil posterior. En vez de enviar a los hijos de jornaleros y obreros a las trincheras, era necesario cambiar la estructura económica del país y poner el estado al servicio de la gran mayoría del pueblo. En favor de la vida, sin utilizar la guerra para desangrar y someter a los pobres.