El neoclasicismo es una de las corrientes características del siglo
XVIII. El teatro neoclásico nace con dos preocupaciones principales, una
de carácter estético y otro ético.
Desde el punto de vista formal es un teatro preocupado por guardar las
reglas de las tres unidades,
- la unidad de tiempo: una representación
cuyo tiempo interno no pase de las 24 horas,
- unidad de lugar, que se
represente en un solo escenario por el que entran y salen los diversos
personajes de la obra
- y la unidad de acción, tres actos que se
correspondan con la presentación, el nudo y el desenlace.
El teatro aspira a convertirse en instrumento de reforma cívica y moral. Pretende transformar a la sociedad enseñándole desde el escenario
los vicios que debe evitar y las virtudes que debe imitar. Este
propósito educativo junto con la rigidez que suponen las normas citadas
anteriormente hace que este tipo de teatro no haya producido grandes
obras ni haya contado con el entusiasmo popular.
La gran figura del teatro español del siglo de las Luces es Leandro
Fernández de Moratín, creador de la comedia moratiniana, en la que
ridiculiza los vicios y costumbres de su época, intentando convertir el
teatro en un medio didáctico para reformar las costumbres. De las cinco
comedias que escribió destacan El viejo y la niña y El sí de las niñas
en las que defiende el derecho de la mujer para elegir libremente al
marido.
En esta última, la más conocida y que se sigue representado hasta hoy,
ataca la educación hipócrita de las jóvenes en los conventos de monjas y
los matrimonios por dinero entre ancianos y jovencitas y realza el
valor de la libertad y la sinceridad. En La mojigata critica la
hipocresía y la falsa piedad. La comedia nueva o El café es una burla
hacia los dramaturgos que ignoran las reglas del teatro clásico.
Frente al teatro neoclásico existía un teatro más aplaudido por el
público, aunque no contaba con el entusiasmo de los ilustrados; se trata
de los sainetes, obras emparentadas con formas del teatro del Siglo de
Oro como los entremeses.
Los sainetes son piezas cortas, en verso, cuya acción suele
desarrollarse en Madrid, que están protagonizadas con personajes
castizos madrileños: manolas, majos, maridos engañados, obreros,
hidalgos, etc.
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